En algún momento de este enorme fichero, siempre en construcción, hay una cita de John Cage que explica a la perfección la propuesta de lectura de Permanente obra negra (Sexto Piso, 2019), la última no-novela de Vivian Abenshushan: “la palabra experimental debía entenderse no como la descripción de un acto que luego será juzgado en términos de éxito o fracaso, sino simplemente como un acto cuyo resultado es desconocido” (p. 197). Permanente obra negra se asienta en lo desconocido. Para Abenshushan, la escritura es un archivo coral que se deshace, rehace, roba, destruye, plagia y reinventa con el paso de los siglos. La autora define, busca, se contradice con tal de que (no) logres comprender este libro. Y es ahí donde contemplo mi principal conflicto con la propuesta: se sobre explica demasiado y, en ocasiones, me parece que la autora se distrae en estas explicaciones porque teme ser malinterpretada. Permanente obra negra es un edificio al que le sobran habitaciones.
Sin embargo, esa obsesión por las definiciones desemboca en una paradoja: este libro no puede definirse. Su naturaleza, en esencia, contiene todas las formas de escritura: poesía, narrativa, artefactos, citas, epígrafes, aforismos, fotografías, intervenciones. Sí, se sobre explica, pero esta colección de anécdotas, frases e imágenes es una aportación valiosa, irónicamente no para la novela en sí, sino para la teoría de la novela.
Al colindar con el ensayo y la teoría de la literatura, Abenshushan ha creado un artefacto inusualmente entretenido. Debido a su carácter fragmentado, solía leer estas fichas en lugares donde usualmente no leo, como el camión o durante los recesos del trabajo. Quizá sin proponérselo del todo, Abenshushan logró algo poco común: hacer de la teoría y la crítica literaria un evento placentero y digerible. Su sentido pedagógico está ahí y pienso que más que un ejercicio de narración hay una poética muy interesante sobre la enseñanza de la literatura. Es una obra que te invita a intervenir y, en esencia, plagiar (que de eso va toda la propuesta). Mi papel fue pasivo, pero admiro que Abenshushan confíe en sus lectores y les dé la oportunidad de formar parte del libro. Es interactivo y por ello una no-novela en construcción.
Por otra parte, otro problema esencial que encuentro en Permanente obra negra tiene que ver con las decisiones editoriales. Resulta determinante para la propuesta el rescate del género de las fichas, así como para sus artistas, como Benjamin, Markson, Barthes y Lichtenberg era vital imaginar un Libro que desafiara a la idea del libro en sí. Ante todo, se buscaba un desafío y una crítica al libro convencional y al mercado editorial. Sin embargo, el tiraje del libro desemboca en una contradicción de toda la tesis del libro: 1800 ejemplares que destruyen la idea más importante de Abenshushan; y solo 100 ficheros, el formato en el que debe leerse Permanente obra negra. Se le dio más relevancia a lo más convencional y sencillo. Esto asimismo afecta a la lectura, pues imagino que el lector optará por la forma más convencional, en lugar de la propuesta de destrucción de la lectura: azarosa, independiente. Una lástima.
Vivian Abenshushan (et al.), Permanente obra negra. Sexto Piso, México, 2019.
