Tengo 24 años y sufro depresión. Mis crisis nerviosas las oculté por mucho tiempo a mi familia, a mis amigas y amigos, a mis profesores. Este año decidí informarlo públicamente. Una decisión complicada porque ha desembocado en una serie de mensajes contrastantes. Por un lado, las personas que me apoyan. Por otro, los personajes que han utilizado esta declaración para atacarme. Uno de esos personajes has sido tú, Jorge Humberto Chávez. Me gustaría de forma pública responderte algunos mensajes que escribiste en mi perfil social y debatir cómo has reproducido un discurso violento hacia mi salud mental; nunca hacia mi trabajo crítico sobre tu visión de la literatura.
Nuestra “correspondencia” inicia desde la publicación de la antología Ciudad negra. Mi opinión sobre este libro la empecé desde mi perfil de Facebook. En resumen: el prólogo no es un trabajo serio y solo se incluye a una mujer a lo largo de treinta años de poesía juarense. Por supuesto, Jorge, respondes de esta manera:
Desde este momento, impones tu visión como “autor” y desvalorizas la labor no solo de cualquier crítico, sino de los lectores. Tu respuesta me parece aceptable hasta la última parte, donde efectúas un comentario transfóbico y decides atacarme sin ninguna razón con tu “el prian te lavó el cerebelo”. Como suele ocurrir, dejas que el trabajo mal hecho que hiciste deba enmendarlo alguien más: “haz tu antología”. Hablas desde tus privilegios, Jorge, y esta posición la seguirás reproduciendo en el futuro.
A pesar de esta discusión, nuestra relación no se vio afectada. Yo acepto cualquier error de investigación o literario que pueda cometer. Lo que no acepto es cualquier forma de violencia, como las que realizaste esta semana:
Puedo tolerar que ofrezcas tu opinión sobre mi muro. Si no te hace gracia, estás en tu derecho de no consultarlo más. Lo que me molesta es que juzgues mi depresión desde tu postura personal y desprestigies mi visión de la literatura, definiéndome como un “chantajista” por hacer pública mi depresión. Yo no busco tu aprobación ni tampoco “insinúo” mi suicidio para que personas como tú puedan “salvarme” o siquiera emitir una opinión, insisto, desde ciertos privilegios sobre mi neurodiversidad. Que una condición mental como la depresión te impida hablarme con tu verdad solo demuestra que eres una persona incapaz de debatir: un capacitista que no puede comentar de forma objetiva sin tener que relucir argumentos ad hominem. Tampoco te considero moralmente superior a mí como para que sugieras que acuda a un siquiatra. ¿Quién eres tú para darme consejos luego de desvalorizar mi trabajo desde tu postura personal?
Tampoco, como afirmaste en otro lugar, me escudé de tus comentarios desde mi condición emocional. De hecho, nunca respondí a tus ataques, como tú sí lo has hecho. Claro, lo único que puedes señalarme son cosas irrelevantes al trabajo literario: “majadero”, “la boca muy amplia y el criterio muy estrecho”. No, Jorge, nunca te he insultado como tú crees ni he juzgado tu vida desde prejuicios. Indiqué que eras soberbio, que eras un escritor menor. Ironicé tu visión sublime de la literatura. Para ti la crítica debe iluminar, nunca destruir. La crítica debe ser positiva o no será. Me parece bien que opines de mi literatura, de mi trabajo como reseñista, porque yo puedo opinar de tu oficio como escritor, poeta y antologador. Pero no es correcto que tú me definas “chantajista”, este sí, un prejuicio que no corresponde con nuestro oficio: la literatura.
Tengo la impresión de que nunca leíste mi reseña. Está bien, pero pienso que por ello no tienes argumentos para llevar a cabo un debate más sano. En persona, cuando te señalé algunos aspectos que luego escribí en mi texto, dijiste que no habías escuchado. Esa imagen es la que conservo de ti, Jorge: el escritor que no quiere escuchar.
Tu pareja, cuyo nombre desconozco, invadió mi perfil y decidió escribir una serie de insultos y ataques hacia mí y mis amigos. Mensajes escritos con una violencia increíble. Intuyo que ella supo de mi condición emocional por ti. Si hasta te enorgulleces de su “coraje”, de su “lenguaje vivo y desenfadado”. Al escribir esto, apruebas la violencia que ella externó.
El mismo lenguaje violento lo reprodujiste contra mi amigo César Graciano, quien solo te respondió con esas verdades que no puedes tolerar: “Justo ahí está su error. Creer que la crítica solo está para ‘iluminar’ textos, para ‘iluminarlo’ e ‘iluminar’ su ‘poesía’. No está nada acostumbrado a la crítica, a que lo critiquen fuera del falso elogio. No acepta sus errores (de principiante) en su prólogo a Ciudad Negra, su falta de profundidad. No realiza autocrítica, que le urge. Debería replantearse su relación con sus críticos y con su propio trabajo, así quizá algún día logre escribir un poema o un libro, mínimo un prólogo, que valga la pena”. Y tú, que me llamaste majadero y prejuicioso, respondes:
Jorge, gracias por considerarme escritor, a pesar de mi criterio tan estrecho y mi boca tan amplia, pero tu ignorancia reluce en estas palabras hacia mi amigo, ganador del premio Voces al Sol con Cuentos únicos y secundarios. Para ti, es un “sombrio pendejo”. Para mí, un escritor ofreciendo una opinión sana y literaria.
También me resulta fastidiosa tu “victimización”, tú que tanta violencia has reproducido. Nunca me he mofado de tu edad ni tampoco escribí esto que tú afirmas. Lo hicieron entre tú y Agustín, de hecho. Alguien podría hablar incluso de humor. Lo que sí escribí fue cómo utilizas tu pretendida experiencia para minorizar mis opiniones: “te hace falta ver más bax”. Tú sí me juzgas desde la edad. Solo me queda rescatar algo de ironía en tu agresiva postura.
No denigro lo que no me gusta. Lo critico, ofrezco mi opinión. Las personas que me leen podrán o no estar de acuerdo. Ninguna de ellas ha sido tan ingenua como para afirmar que mis textos no tienen validez solo porque sufro de depresión. Y sí, leo lo que me da la gana. ¿Quién eres tú, insisto, para decirme qué debo leer?
Quizá me haga falta experiencia y tenga que confrontar cómo personajes ajenos a mi vida se atrevan a decirme chantajista, a pedirme que me suicide y escribirme, en estos tiempos, joto asqueroso. Quisiera seguir con mi labor de crítico e investigador de la literatura juarense, pero me siento abrumado y cansado. Me gustaría seguir ofreciendo mis opiniones, seguir escribiendo reseñas, ensayos y haciendo memes también, porque el meme permite un discurso desmitificador y crítico. Pero antes, prefiero realizar otra búsqueda personal y literaria.
Ojalá, en espacios culturales y académicos, se hablara y reflexionara más sobre la salud mental. En México, los índices de suicidio son demasiado altos y se necesita que estos temas se atiendan y consulten: la depresión, la ansiedad, el suicidio. Tu postura privilegiada solo deja ver una ignorancia abismal y una soberbia igualmente enorme, pues piensas que tu opinión puede llevarme a una crisis nerviosa, a una depresión profunda o ya de plano al suicidio. Si decido responderte es porque quiero señalar una conducta cultural que invisibiliza esta condición neurodivergente.
Sin más que agregar, con esto cierro toda posibilidad de diálogo contigo.
Atentamente
Antonio Rubio Reyes