Trilogía de Nueva York I, Paul Auster

(El pasado 30 de abril falleció Paul Auster. Estos días estaré compartiendo algunos apuntes que realicé sobre su famosa Trilogía de Nueva York).

Ciudad de cristal (1985) es la segunda novela de Paul Auster, uno de mis escritores favoritos. Asimismo, ésta abre la célebre Trilogía de Nueva York, probablemente su propuesta más famosa. Desde un principio, Ciudad de cristal se nos plantea como una historia de misterio, a la manera detectivesca: Un novelista recibe una llamada. Alguien busca a un tal Paul Auster, detective. Sin saber cómo, impulsado más que nada por el hastío o el absurdo de la misma llamada, Daniel Quinn, protagonista, acepta el caso. Debe proteger a un hombre de su padre, quien en un arrebato de locura académica encerró a su hijo por ocho años para así descubrir el lenguaje de Adán. Ya desde ahí la trama tiene su encanto, pero creo que Auster aprovecha este pretexto para deconstruir la novela de detectives, un género agotado ya para los años ochenta. De esta manera emprende su proyecto más ambicioso, puesto que ese desmontaje del género (engrandeciéndolo en el camino) atravesará las dos consecuentes historias.

En sí, Ciudad de cristal es una re-escritura de varios elementos de El Quijote. Esto no se trata de una lectura novedosa u original. Existen varias pistas en el texto que permiten anclar la propuesta a una tradición cervantina. Sin duda lo que rescata Auster de Don Quijote es su obsesión con la literatura como un juego donde el lenguaje resulta un protagonista. La propia novela ofrece, en el aparato textual, su génesis. En un ensayo de Paul Auster, el personaje, ofrece una tesis sobre don Quijote que es, en realidad, la esencia de Ciudad de cristal: «¿Quién es Cide Hamete Benengeli? […] Es una combinación de cuatro personas diferentes» (p. 127). Sancho Panza es quien dicta la historia, probablemente al barbero o al cura, buenos amigos de don Quijote. Ellos escribieron la historia, para después entregarla al bachiller de Salamanca, quien la dispuso en árabe. Finalmente, Cervantes encuentra el documento.

Esa misma pregunta de investigación podríamos hacer para Ciudad de cristal: ¿Quién está contándonos esta historia? No lo sabemos a ciencia cierta. Lo que sí conocemos es que Paul Auster, el personaje, sirve como Sancho Panza, ya que es un testigo casi directo de la situación de Daniel Quinn, quien también es narrador en varios momentos del texto por medio de su cuaderno rojo. El narrador en tercera persona realmente es un traductor: él transcribe los documentos de Quinn y ofrece un relato de los acontecimientos que, al final, resulta incompleto. El narrador como un testigo también es explorado en las otras dos novelas, sobre todo en La habitación cerrada. Parece Auster decirnos que el acto de narrar no es sino atestiguar lo extraordinario en las vidas comunes de las personas que viven el azar.

Ciudad de cristal es como una matrioska: un libro que tiene dentro varios libros: el cuaderno rojo, las observaciones de ese narrador anónimo, los documentos de Stillman, quien quería inventar un nuevo lenguaje. Sería más preciso aventurar que es una novela con varias formas de lenguaje dentro de sí: ensayo, traducción, novela de detectives, novela existencial. Ante todo, yo diría que es una novela que, además de celebrar la literatura como juego, rinde homenaje a la ciudad de Nueva York y sus variopintos escenarios y ciudadanos, así como a los grandes maestros literarios del autor: Cervantes, Borges. El lenguaje de la ciudad también aparece en la historia: los ruidos, las dinámicas cosmopolitas, los personajes que cambian de nombre, Daniel Quinn, William Wilson, Paul Auster. Una extraordinaria proeza que se significa aún más con la relación que mantiene, narrativamente hablando, con las otras dos novelas de la trilogía.

Paul Auster, «Ciudad de cristal», en La trilogía de Nueva York. Traducción de Maribel de Juan. Planeta, México, 2012.

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